Ni un brillo.
Muchos de los invitados a la cena de gala en la moneda, con que el gobierno chileno festejo la visita del presidente de los Estados Unidos de Norteamérica a nuestro país, no tenían idea de que Barack Obama había recibido el premio Nobel de la paz y los pocos que lo sabían dudo que hayan podido dar una respuesta contundente frente a la pregunta de cuales son los meritos con los que cuenta para haber sido condecorado con este sobrevalorado galardón. Es que este presidente de los estados unidos suele ser juzgado más que por sus actos por sus supuestas posibilidades, por las esperanzas que se fundaron en él frente al terrible desastre y baño de sangre que fue Bush Jr.
La llegada de esta especie de superhéroe afroamericano, creó un ambiente especial en Norteamérica y en muchas lugares del globo, se esperaba inocentemente un giro radical en la forma de comportarse del gobierno gringo con el mundo y una resurrección económica en el país del norte. Nada de esto ha ocurrido y si algunos cambios se han producido estos fueron tan tenues que pasan prácticamente inadvertidos.
Demasiadas esperanzas, poca capacidad, falta de apoyo político, las razones pueden ser muchas, finalmente mucho ruido y pocas nueces. Guantánamo sigue siendo un centro de torturas oficial, las tropas norteamericanas mueren donde nadie los quiere, el gobierno norteamericano no realizara un reconocimiento real ni menos pedirá perdón por su intervención criminal a favor de las dictaduras que azotaron Sudamérica en la segunda mitad del siglo 20; solo por dar algunos ejemplos.
Pero aquí en Santiago todo se revoluciona por la visita de Obama, los cercanos al poder se vuelen histéricos por mostrarse dignos y los ciudadanos comunes pagamos las consecuencias de una visita que no dejara nada mas que autógrafos y fotos. Autógrafos como el que mostraba en televisión lleno de orgullo el diputado UDI Patricio Melero, quien contaba cual chiquilla después de recibir una mirada de su ídolo pop lo cercano que era este presidente. También pudimos ver a otros distinguidos asistentes como el hermano del presidente chileno, el negro Piñera, quien contaba como en un precario ingles le había entregado un disco de música chilena al mandatario del norte; me puedo imaginar los nervios de la seguridad norteamericana cuando vieron acercarse este espécimen al hombre que es catalogado como el mas poderoso del mundo.
Los asistentes a la gala deben haberse sentido verdaderos representantes de nuestro país, una selección de lo mejor de lo nuestro que fue honrada con esta invitación, aunque las visitas no hayan tenido ni siquiera la deferencia de esperar el postre para retirarse, un pelo de la cola como se dice. Aunque a favor de la familia presidencial norteamericana podemos decir que tuvieron la gentileza de escuchar los temas interpretados por un grupo llamado los Jaivas quienes solo comparten nombre, me imagino que como homenaje, con el gran grupo chileno de los fallecidos gato Alquinta y Gabriel Parra que dudo se hubiesen prestado para este servilismo con los grupos de poder.
Esta visita es un reconocimiento a que aquí las cosas se han hecho bien; que Obama venga a Chile es un reconocimiento a nuestra democracia repiten una y otra vez monigotes de la derecha y añejos políticos de la concerta. Frases para justificar una visita que nadie invito, que viene cuando quiere y se va al otro día sin conocer nada de nuestro país.
Quizás Barack Obama no sea un mal tipo, fácil sale ganando en comparación con su antecesor, pero esta lejos, muy lejos de cumplir con el mínimo de las expectativas que se pusieron en su figura. Y al final de cuenta su visita no pasara de ser material de recuento de fin de año, porque por el momento el presidente de los Estado Unidos no tiene nada que ofrecerle a este pobre y explotado rincón del mundo.
Marcello Dinali
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